El Espíritu de Dios habla a nuestro espíritu a través de Su Palabra. Si nuestro espíritu está desconectado de Dios, cómo podríamos escucharlo. En cambio, si nuestro espíritu está allí donde escuchamos la voz de Dios hablándonos, podemos recibir la ‘luz’ para iluminar y traer dirección al camino de nuestra vida. Si queremos escuchar la voz de Dios claramente, debemos tener un espíritu correcto, despejado y sin estorbos.
Juan 16:13 dice: Pero cuando Él, el Espíritu de verdad (el Espíritu que da Verdad) venga, os guiará a toda la verdad (la verdad entera y total), porque Él no hablará por su propia cuenta [su propio mensaje, su propia autoridad], sino que hablará todo lo que oiga [del Padre. Él traerá el mensaje que el Padre le ha dado], y os hará saber lo que habrá de venir [aquello que pasará en el futuro].
Como puedes ver, un espíritu correcto es crucial para tu futuro y es la razón por la que el enemigo hace de todo para intentar arruinarlo. Satanás significa adversario, y es él quien va a intenetar desviarnos cada día, va a comenzar con pequeños detalles, cosas que si dejamos pasar hoy podemos arrepentirnos el resto de nuestras vidas. 2 Corintios 2:11 nos dice que no ignoremos sus estrategias. Te animo a que tomes responsabilidad por el fracaso, el éxito, el espíritu de otro persona, un espíritu que no es enseñable y todo aquello que intenta gobernar nuestro espíritu, porque mi espíritu es mi responsabilidad y tu espíritu es tu responsabilidad. Por eso debes estar atento, afirmarte en la Palabra de Dios, no permitas que las mentiras del Diablo te hagan caer. Recuerda que Dios hace nuevas todas las cosas, Él restaura nuestras vidas y puede transformar nuestro futuro, pero depende de nosotros estar dispuestos a dar el primer paso.
A medida que sigues en este camino hacia tu futuro con Dios, recuerda que siempre debes guardar y proteger tu espíritu. Dios sólo tiene cosas buenas para ti, pero recuerda que también tienes a un enemigo que intentará desviar tu espíritu y sabotear tu futuro. Niégate a que eso tomando responsabilidad por tu propio espíritu porque tu futuro depende de ello.
"Un corazón conforme al corazón de Dios" es una frase bíblica que se encuentra en el Antiguo Testamento en el libro de 1 Samuel 13:14. Es una descripción que se da a David, el segundo rey de Israel, quien fue elegido por Dios para gobernar al pueblo. Se dice que David tenía un corazón conforme al de Dios, lo que significa que él amaba y obedecía a Dios con todo su ser.
Se refiere a un corazón que está en armonía con la voluntad y los propósitos de Dios. Es un corazón que busca agradar a Dios, que tiene fe en Él y confía en Su sabiduría y amor. Un corazón conforme al de Dios es humilde y está dispuesto a arrepentirse de sus errores y seguir la guía de Dios.
En el Nuevo Testamento, Jesús también habla de la importancia de tener un corazón que busque la voluntad de Dios. En el Evangelio de Mateo 6:33, Él dice: "Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas". Cuando ponemos a Dios en primer lugar y buscamos hacer Su voluntad, Él cuida de nosotros y nos bendice.
El tener un corazón conforme al de Dios implica buscar Su voluntad y obedecerla de todo corazón. Es un compromiso de seguir a Dios y de buscar Su guía en todas las áreas de nuestra vida.
ORACIÓN: Padre, gracias por recordarme que sólo tú eres el capitán de mi alma, el protector de mi corazón y que tu Espíritu Santo habita dentro de mi. Enséñame lo que significa mantener un corazón correcto y un espíritu honesto delante de ti, y que las palabras de mi boca y los pensamientos de mi corazón bendigan tu nombre continuamente. Amén.
Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor —, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.
Jer 29:11 NVI
Sin embargo, como está escrito: «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman.» Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios. Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido. Esto es precisamente de lo que hablamos, no con las palabras que enseña la sabiduría humana sino con las que enseña el Espíritu, de modo que expresamos verdades espirituales en términos espirituales. El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente. En cambio, el que es espiritual lo juzga todo, aunque él mismo no está sujeto al juicio de nadie, porque «¿quién ha conocido la mente del Señor para que pueda instruirlo?» Nosotros, por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo.
1Co 2:9-16 NVI
Porque yo sé muy bien los planes que tengo para ustedes —afirma el Señor —, planes de bienestar y no de calamidad, a fin de darles un futuro y una esperanza.
Jer 29:11 NVI
Sin embargo, como está escrito: «Ningún ojo ha visto, ningún oído ha escuchado, ninguna mente humana ha concebido lo que Dios ha preparado para quienes lo aman.» Ahora bien, Dios nos ha revelado esto por medio de su Espíritu, pues el Espíritu lo examina todo, hasta las profundidades de Dios. En efecto, ¿quién conoce los pensamientos del ser humano sino su propio espíritu que está en él? Así mismo, nadie conoce los pensamientos de Dios sino el Espíritu de Dios. Nosotros no hemos recibido el espíritu del mundo sino el Espíritu que procede de Dios, para que entendamos lo que por su gracia él nos ha concedido. Esto es precisamente de lo que hablamos, no con las palabras que enseña la sabiduría humana sino con las que enseña el Espíritu, de modo que expresamos verdades espirituales en términos espirituales. El que no tiene el Espíritu no acepta lo que procede del Espíritu de Dios, pues para él es locura. No puede entenderlo, porque hay que discernirlo espiritualmente. En cambio, el que es espiritual lo juzga todo, aunque él mismo no está sujeto al juicio de nadie, porque «¿quién ha conocido la mente del Señor para que pueda instruirlo?» Nosotros, por nuestra parte, tenemos la mente de Cristo.
1Co 2:9-16 NVI
