Nuestro valor no depende de lo que otros piensen o de lo que pensemos de nosotros mismos. La manera como Dios nos ve es lo que determina nuestro valor. Para Dios somos únicos y especiales. Si envió a Jesús, a su único hijo a morir por nosotros, cómo dudar de lo mucho que nos ama.
1 Pedro 2:9 dice: "Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable." Él nos escogió especialmente. Somos hijos de Dios. Pertenecemos a su familia, somos hijos del Rey eterno, del Todopoderoso, "Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios."1Juan 3:2.
Nosotros pertenecemos al reino de Dios. Somos un pueblo apartado para Dios, para servirle a Él, para adorarle y darle gloria a Él.
Por esto hoy Dios nos recuerda: “Pidan a Dios y él les dará, hablen con Dios y encontrarán lo que buscan, llámenlo y él los atenderá. Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido.” Lucas 11:9-10
A veces al cantar, cierro mis ojos y sé que Dios me escucha, que Dios distingue mi voz entre las muchas que le están cantando, me mira y se sonríe, porque alegramos su corazón cada vez que alabamos y adoramos su nombre.
No permitas que las mentiras del mundo te alejen de Dios, Él está atento a tu voz, a tus ruegos, a tu llamado... a Él le gusta que le cuentes cómo estuvo tu día, cuáles son tus deseos, qué es lo que necesitás; y aunque sabe todas las cosas, y por más que conoce los deseos más profundos de nuestro corazón, ama escuchar nuestra voz.