No sé qué tipo de persona crees que eres. Tal vez eres el tipo de persona que no quiere parecer débil, o quizás te jactarías con gusto acerca de tus debilidades?
Todos enfrentamos retos cada día. La mayoría de nosotros, queremos afrontar estos desafíos por nuestra propia cuenta. Es como parte de nuestra naturaleza, queremos demostrar, a nosotros mismos y a los demás, que somos capaces de realizar las cosas por nosotros mismos. ¿Sabes por qué es esto? En lugar de reconocer a Dios y darle la gloria como fuente de todo, nuestro orgullo nos hace querer recibir esa gloria por cada logro que alcanzamos; aún inconscientemente.
Cuando nos enfrentamos a nuestros desafíos cotidianos y las luchas por nuestra cuenta, ¿con qué frecuencia nos hemos encontrado al fracaso mirándonos directo a la cara? Podrías imaginar una pequeña persona tratando de luchar contra los gigantes que lo rodean; y el ganador de este escena sería bastante obvio.
Jesús dijo: "Mi gracia es suficiente para ti, porque mi poder se perfecciona en la debilidad."
En el momento en que decidimos dejar ir nuestro orgullo y admitimos que somos débiles, nos abrimos a recibir la gracia de Dios, y somos capaces para depender de Su fuerza. Fuerza que no tiene límites, fuerza que no puede ser derrotada.
La razón por la que a menudo fracasamos en nuestras batallas personales es porque confiamos en la fuerza equivocada, nuestras propias capacidades limitadas. Pero cuando nos jactamos de nuestras debilidades y permitimos que el poder de Cristo descanse en nosotros, vencer a los gigantes de nuestra vida ya no parecerá una proeza imposible.
Por la gracia de Dios, que es suficiente para nosotros, vamos a reclamar la victoria contra nuestras batallas diarias.
