Entre los grandes asuntos de la vida, está la quietud. El silencio, caracteriza el más alto nivel en el arte y lo más profundo en la naturaleza. Es el silencio entre las notas musicales, lo que les da ritmo, interés y énfasis.
La búsqueda espiritual más certera se hace en silencio. Moisés aprendió en Madián, y Pablo en Arabia, aquellas cosas que se hubiesen escapado en las ruidosas calles de los hombres.
El silencio trasciende más allá de las palabras. Es el punto más alto en un drama. Las emociones más profundas no siempre son las expresadas en voz alta. La reprensión más efectiva no se adquiere con un azote de la lengua. El sentimiento de simpatía más sincero no se encuentra en las muchas palabras o en el ruido. La mejor preparación para una emergencia es la calma del sosiego.
El tiempo invertido en quieta oración, es el mejor preámbulo para cualquier acción inteligente. La mejor prueba de calidad es a menudo el silencio; la mejor máquina casi no hace ruido. El mejor indicador de confianza, es el silencio en la mayoría de los casos. La persona que está confiada en su posición, no argumenta. Levanta la voz, ni intenta explicarlo todo.
Los momentos de quietud se aprovechan más en medio de los días ocupados. A veces la quietud no se ofrece a sí misma; debe procurarse. En otras ocasiones, el medio ambiente no conduce al verdadero silencio. Es en momentos como esos cuando el Espíritu de Dios puede, de manera sobrenatural, disminuir el volumen y permitir momentos de quieta comunión con Dios, desde lo más profundo de tu ser.
Un tiempo de descanso, con una buena taza de café, es el momento perfecto para identificar algún sitio donde puedas invertir algunos minutos y refrescarte de veras en presencia del “silbido apacible y delicado”(1 Reyes 19:21)
Porque así dijo Jehová el Señor, el Santo de Israel:
En descanso y en reposo seréis salvos;
en quietud y en confianza será vuestra fortaleza.
Isaías 30:15
Tomado del Libro Un Café con Dios