El amor eterno de Dios

Cualquier esfuerzo para describir el amor de Dios con palabras, está destinado a fracasar desde el principio. Las cosas que son infinitas, no pueden ser medidas con herramientas finitas. Sería más exitoso contar los granos de arena en las playas y mares del mundo, que describir adecuadamente la inmensidad del "amor eterno de Dios."

¿Entiendes las implicaciones de ésta verdad asombrosa, de que "Dios te ama"? El amor humano es inestable, impredecible y siempre sujeto a influencias de afuera. Las relaciones pueden terminar por medio de circunstancias adversas o la muerte. Las relaciones humanas, sólo duran mientras exista alguien capaz y dispuesto a dar amor y otro quien sea capaz y esté dispuesto a recibirlo.


un amor verdadero y duradero

El amor más grande que puedes conocer de otro ser humano es, en su mejor momento, una incertidumbre. La muerte alcanza a todas las relaciones humanas en éste mundo. En el terreno de las relaciones humanas, pueden llegar a ser un desierto por medio de tragedias, de enfermedades terminales, divorcios, amargura o aburrimiento. Aún con las promesas de poemas y cantos el amor humano puede decaer y luego morir.

Las emociones que acompañan al amor humano, pueden vacilar. El "Amor Divino" está en otra categoría. Dios promete: “yo Jehová no cambio” (Malaquías 3:6) “Porque el Señor es bueno; su amor es eterno y su fidelidad no tiene fin.” (Salmos 100:5) "Dios te ama" y nunca cambiará de parecer. Su amor no es más fuerte en algunos tiempos y luego débil en otros. Es constante, invariante y sin indecisiones.





Nada apagará el amor de Dios. Ninguna nube de desánimo, pecado, dudas, sentimientos negativos, pruebas o tribulación… nada. "Dios te ama." Su amor por ti no depende de tu consistencia, dedicación o aún de tu fe. Tampoco lo haces nacer, ni crecer. Esto es asunto de Él. Nuestro papel es sencillamente creer que somos amados por Dios, a pesar de todo nuestro pasado y futuro.

Brendan Manning escribió: "A veces sospechamos inconscientemente que El no puede manejar todo lo que pasa en nuestras mentes y corazones. Dudamos que Él pueda aceptar nuestros pensamientos de odio, fantasías crueles y sueños extravagantes. Nos preguntamos, cómo tratará con nuestros deseos primitivos, ilusiones infladas y nuestros castillos mentales exóticos. La resistencia profunda de hacernos tan vulnerables, tan desnudos, desprotegidos, en nuestra manera implícita de decir a Jesús, “Confío en ti, pero hay límites.” 
Cuando negamos compartir nuestras preocupaciones y gozos, limitamos el Señorío de Dios en nuestras vidas y afirmamos que hay partes de nosotros, que no deseamos sujetarlas a una "plática Divina."

Puedes caer, rendirte, dar la espalda o decidir que estás harto de la vida espiritual. Pero el sol sigue brillando sobre ti y nada de lo que hagas o no hagas, puede cambiar ésta verdad. La gente se puede cansar de nuestros errores, de nuestras maneras irritantes y de nuestro egoísmo y después dejarnos. Pero Dios nos ama y no te va abandonará, hagas lo que hagas.

Conoce el amor que Él te tiene y siente su afecto hacia ti. Recibe sus abrazos y abrázale tú también. Corre a sus brazos y decide nunca dejarlo mientras vivas. Suspira el suspiro de alivio, que conocen aquellos que han venido cansados, para tirarse en el lugar de descanso eterno. Inhala su paz, su aceptación, su ternura, su presencia gentil. Deléitate en la unidad que tienes con Él. Gózate en la revelación de que… “Dios…te…ama”

Hace varios años me desanimé con Dios por algunas circunstancias que enfrentaba en ése tiempo.
Mi corazón le dio la espalda, en cierta forma, me alejé. Por un tiempo, ministré externamente, pero por dentro estaba enojado. Hice pucheros y me quejé y protesté y me rebelé. Después de haber pasado algún tiempo, reconocí que cuando eres un cristiano, no hay ningún lugar a dónde ir, sino a Dios.

Un día me arrodillé y oré “Padre, lo siento.” Aunque pasó décadas atrás, todavía recuerdo claramente lo que pasó. En mi mente, daba la vuelta para regresar a Dios, después de todo, lo había dejado. Sin embargo, cuando di la vuelta, estaba allí. Fue como si lo hubiese visto parado al lado mío.

Me di cuenta, que cuando me alejé, Dios venía conmigo y cuando lo vi con los ojos de fe, le escuche decir: “¿Has terminado con tu berrinche? ¡Que bueno! ¡Ven acá y déjame abrazarte!”

¡Dios nos ama! ¡Cuán diferente es su amor, del que se conoce por medio de los seres humanos!
Tu comportamiento irritable y chillón, no hará nada contra su anhelo por abrazarte y consolarte. Aún cuando nos hacemos rebeldes y tratamos de alejarnos, Él viene con nosotros.

Un día, después de ésta experiencia con Dios, parafraseé las palabras del Apóstol Pablo en Romanos 8:38-39 para que cupieran en mi propio comportamiento: ¡Es verdad! Nada nos separará del amor de Dios. Estoy convencido que ni mis quejas, ni mis chillidos, ni mi incredulidad, ni las cosas que haya hecho, ni las cosas que voy a hacer, ni mi falta de consistencia espiritual, ni mis fracasos de cualquier tipo, me podrán separar del amor de Dios que hay en Jesucristo, Señor nuestro.

Las nubes pueden cubrir nuestra percepción de su pasión Divina, pero su amor es más brillante que mil soles, “El es el Padre de luces, en el cual no hay mudanza, ni sombra de variación.” (Santiago 1:17) Dios te ama y nunca cambiará. ¡Nunca!

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