¿Alguna vez te despertaste en la mañana con pesadez en el corazón, agobiado por quién eres, en quién te has convertido, qué estás haciendo en el mundo, y aún te quedas corto?
Es irónico que cuanto más años se añaden a mi vida, dolorosamente me doy cuenta de cuánto me falta para llegar a lo que creo que debería llegar. Mi mente vaga, y en ocasiones me encuentro pensando: no estoy haciendo el trabajo que Dios espera, así que tal vez soy realmente la persona equivocada para esto.
El Señor me recordó en el Salmo 90 que el tiempo es fugaz. Los días pueden parecer largos, pero los años son cortos. Puedo luchar para hallar sentido y significado de ciertas tareas repetitivas, pero no es mi trabajo hacerlo. Puede que no tenga todos los conocimientos y habilidades para ser la persona perfecta para cierta tarea, pero Dios no me ha pedido que sea perfecto. Lo que Él me pide es que me muestre y sea fiel en guardar en las cosas más pequeñas. Dios no quiere gente perfecta, quiere corazones dispuestos. Lo poco que podamos hacer será mucho en sus manos y para darle la gloria sólo a Él.
Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana».
Mateo 11:29-30
Dios quiere que recordemos que Él está a nuestro lado, que podamos confiar en Sus promesas, que tengamos fe. Quiere que no perdamos la esperanza. Desea que pongamos el amor por encima de todo en cualquier circunstancia y cosa que hagamos. Son las tres cosas más difíciles de practicar en el día a día, y aunque no somos perfectos, Dios nos ama y ayuda a parecernos cada día un poquito más a Jesús. Así que, ten más fe, llénate de esperanza y ama como Dios te ama.