Ciertamente no tengo una respuesta mágica para las emociones desbordantes, pero sí tengo algunas revelaciones de la Palabra de Dios.
Si deseas poder para vencer y si anhelas la habilidad de convertirte en quien Dios te creó para ser, entonces lo primero que debes hacer será pedir Su poder. Después de pedirlo, esperarás. Mientras usted esperas, dedicate continuamente a la oración.
La oración cambia, transforma vidas. Somos mejores personas cuando oramos. Cuando oramos, conversamos con nuestro Padre celestial, tenemos un tiempo de creciemiento espiritual, tomamos decisiones más sabias y de a poco somos transformados a Su imagen, somos una mejor versión y más amable de nosotros mismos.
Hay momentos en nuestra vida donde llegamos a tener sobrecarga emocional, esto es porque nos hace falta experimentar un poco más, Dios nos quiere llevar a otro nivel. La gente que Dios usa, son hombres y mujeres de Dios que aman esperar de rodillas. Arrodillarse no es una posición difícil ni extraña para aquella gente que cambia la historia, porque ellos entienden que las personas que sí oran son los beneficiarios del poder del cielo en sus vidas diarias.
Nunca subestimes la importancia del tiempo que pasas diariamente de rodillas en la presencia del Padre, este tiempo seguramente te capacitará, en otras cosas, para dominar las emociones fuera de control. Las emociones son caprichosas, juveniles y a veces violentas, y una de las fuerzas más poderosas para controlar las emociones personales es el tiempo de rodillas. La sanidad que toma lugar en el alma humana mientras el cuerpo está en la posición de oración es eterna y milagrosa. Yo no puedo ser como Jesús sin pasar tiempo en Su presencia de rodillas.
Puedo ‘actuar’ como Jesús sin oración. Puedo ganar un Premio de la Academia por sonreír dulcemente y recitar salmos mientras mi corazón está rugiendo y mi mente está vengativa. ¡Aunque sé cómo decir las palabras correctas, seguramente podrías notar el humo que sale de mis orejas! Jesús no desea que simplemente actuemos como Él, sino que anhela que seamos como Él, y ahí hay una clara y marcada diferencia. La diferencia toma lugar cuando esperamos y oramos, porque es entonces que El se convierte en el Señor de nuestras emociones y de los pensamientos de nuestra vida.
Si deseas poder para vencer y si anhelas la habilidad de convertirte en quien Dios te creó para ser, entonces lo primero que debes hacer será pedir Su poder. Después de pedirlo, esperarás. Mientras usted esperas, dedicate continuamente a la oración.
La oración cambia, transforma vidas. Somos mejores personas cuando oramos. Cuando oramos, conversamos con nuestro Padre celestial, tenemos un tiempo de creciemiento espiritual, tomamos decisiones más sabias y de a poco somos transformados a Su imagen, somos una mejor versión y más amable de nosotros mismos.
Hay momentos en nuestra vida donde llegamos a tener sobrecarga emocional, esto es porque nos hace falta experimentar un poco más, Dios nos quiere llevar a otro nivel. La gente que Dios usa, son hombres y mujeres de Dios que aman esperar de rodillas. Arrodillarse no es una posición difícil ni extraña para aquella gente que cambia la historia, porque ellos entienden que las personas que sí oran son los beneficiarios del poder del cielo en sus vidas diarias.
Nunca subestimes la importancia del tiempo que pasas diariamente de rodillas en la presencia del Padre, este tiempo seguramente te capacitará, en otras cosas, para dominar las emociones fuera de control. Las emociones son caprichosas, juveniles y a veces violentas, y una de las fuerzas más poderosas para controlar las emociones personales es el tiempo de rodillas. La sanidad que toma lugar en el alma humana mientras el cuerpo está en la posición de oración es eterna y milagrosa. Yo no puedo ser como Jesús sin pasar tiempo en Su presencia de rodillas.
Puedo ‘actuar’ como Jesús sin oración. Puedo ganar un Premio de la Academia por sonreír dulcemente y recitar salmos mientras mi corazón está rugiendo y mi mente está vengativa. ¡Aunque sé cómo decir las palabras correctas, seguramente podrías notar el humo que sale de mis orejas! Jesús no desea que simplemente actuemos como Él, sino que anhela que seamos como Él, y ahí hay una clara y marcada diferencia. La diferencia toma lugar cuando esperamos y oramos, porque es entonces que El se convierte en el Señor de nuestras emociones y de los pensamientos de nuestra vida.
Entonces regresaron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, situado aproximadamente a un kilómetro de la ciudad. Cuando llegaron, subieron al lugar donde se alojaban. Estaban allí Pedro, Juan, Jacobo, Andrés, Felipe, Tomás, Bartolomé, Mateo, Jacobo hijo de Alfeo, Simón el Zelote y Judas hijo de Jacobo. Todos, en un mismo espíritu, se dedicaban a la oración, junto con las mujeres y con los hermanos de Jesús y su madre María. Por aquellos días Pedro se puso de pie en medio de los creyentes, que eran un grupo como de ciento veinte personas, y les dijo: «Hermanos, tenía que cumplirse la Escritura que, por boca de David, había predicho el Espíritu Santo en cuanto a Judas, el que sirvió de guía a los que arrestaron a Jesús. Judas se contaba entre los nuestros y participaba en nuestro ministerio. (Con el dinero que obtuvo por su crimen, Judas compró un terreno; allí cayó de cabeza, se reventó, y se le salieron las vísceras. Todos en Jerusalén se enteraron de ello, así que aquel terreno fue llamado Acéldama, que en su propio idioma quiere decir “Campo de Sangre”.) »Porque en el libro de los Salmos —continuó Pedro— está escrito: »“Que su lugar quede desierto, y que nadie lo habite.” También está escrito: »“Que otro se haga cargo de su oficio.” Por tanto, es preciso que se una a nosotros un testigo de la resurrección, uno de los que nos acompañaban todo el tiempo que el Señor Jesús vivió entre nosotros, desde que Juan bautizaba hasta el día en que Jesús fue llevado de entre nosotros.» Así que propusieron a dos: a José, llamado Barsabás, apodado el Justo, y a Matías. Y oraron así: «Señor, tú que conoces el corazón de todos, muéstranos a cuál de estos dos has elegido.
Hechos 1:12-24 NVI
A ti, Señor, elevo mi alma; mi Dios, en ti confío; no permitas que sea yo humillado, no dejes que mis enemigos se burlen de mí. Quien en ti pone su esperanza jamás será avergonzado; pero quedarán en vergüenza los que traicionan sin razón. Señor, hazme conocer tus caminos; muéstrame tus sendas. Encamíname en tu verdad, ¡enséñame! Tú eres mi Dios y Salvador; ¡en ti pongo mi esperanza todo el día! Acuérdate, Señor, de tu ternura y gran amor, que siempre me has mostrado; olvida los pecados y transgresiones que cometí en mi juventud. Acuérdate de mí según tu gran amor, porque tú, Señor, eres bueno. Bueno y justo es el Señor; por eso les muestra a los pecadores el camino. Él dirige en la justicia a los humildes, y les enseña su camino. Todas las sendas del Señor son amor y verdad para quienes cumplen los preceptos de su pacto . Por amor a tu nombre , Señor , perdona mi gran iniquidad. ¿Quién es el hombre que teme al Señor? Será instruido en el mejor de los caminos. Tendrá una vida placentera, y sus descendientes heredarán la tierra. El Señor brinda su amistad a quienes le honran, y les da a conocer su pacto. Mis ojos están puestos siempre en el Señor, pues sólo él puede sacarme de la trampa. Vuelve a mí tu rostro y tenme compasión, pues me encuentro solo y afligido. Crecen las angustias de mi corazón; líbrame de mis tribulaciones. Fíjate en mi aflicción y en mis penurias, y borra todos mis pecados. ¡Mira cómo se han multiplicado mis enemigos, y cuán violento es el odio que me tienen! Protege mi vida, rescátame; no permitas que sea avergonzado, porque en ti busco refugio. Sean mi protección la integridad y la rectitud, porque en ti he puesto mi esperanza. ¡Libra, oh Dios, a Israel de todas sus angustias!
Salmos 25:1-22 NVI