Mi Dios, Mi Padre

Hace poco hablamos de la frustración que en algún momento tuvimos por confiar ciegamente en algunas personas, hoy vamos a hablar de los padres. En un hogar bien constituido, deberiamos encontrar padres amorosos, que eduquen a sus hijos inculcándoles valores y costubres sanas que harán de sus hijos hombres y mujeres de bien. Hay muchas familias en las que esto no ocurre ni remotamente. Sin embargo, en muchos casos, Dios permite por gracia y misericordia que esos niños, a pesar de no contar con buenos ejemplos, en el futuro también sean hombres y mujeres de bien.
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Puede que tengas una gran relación con tu padre. O tal vez nunca lo hayas conocido. Sin importar el tipo de padre con el cual te tocó crecer, en algún punto cada padre rompe una promesa, falla en proteger a su familia o hasta los deja de lado por completo. Los seres humanos son imperfectos, pero Dios el Padre no lo es.

Decidir seguir a Jesús significa que tenemos una relación con Dios como nuestro padre. A muchos puede resultarles difícil ver a Dios como padre amoroso, pero cuando pueden aceptarlo, sus vidas son transformadas, renovadas y sanadas. Él es la mejor versión que de un padre podemos tener. Piensa acerca de como sería el padre perfecto. ¿Cómo trataría a sus hijos?




Dios es aquel que nos creó, aquel que más conoce de nosotros, y aquel que más cuida de nosotros. Él nos protege y nos ayuda a crecer. Cuando nos salimos del camino, Dios nos previene y nos disciplina por nuestro propio bien. Dios no nos rechaza cuando fallamos. Caer es inevitable, pero el amor de Dios es infinito e ineludible.

Una vez que te comprometes a seguir a Jesús, Dios siempre será su padre y siempre serás su hijo. Si mañana dejaras de hablar a tu padre biológico, esto no cambiaría el hecho de que él es tu padre. Eso también es verdad en nuestra relación con Dios. Incluso si nuestro compañerismo se daña, la relación no termina.

Dios no se da por vencido con Sus hijos. Él nos ayuda a través de los tiempos difíciles y nos corrige cuando es necesario. No hay nadie mejor a quien podamos acudir.

¿Existe aún alguna parte de tu vida que todavía no le hayas entregado a Dios? Ora en este instante y déjale tus cargas a Él. Dios te ama.

A pesar de todo, Señor , tú eres nuestro Padre; nosotros somos el barro, y tú el alfarero. Todos somos obra de tu mano.
Isaías 64:8 NVI

―“Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con todo tu ser y con toda tu mente” —le respondió Jesús—.
Mateo 22:37 NVI

Porción del libro de devocionales de "La Salvación Rise"

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